Religious concepts Hand praying to God Human hands pray for blessings from God.
Durante una revolución en un país en Latinoamérica conocí a una viuda que resultó ser una verdadera guerrera de oración. Cada lunes se levantaba a las cuatro de la mañana para orar de rodillas durante varias horas por todos sus conocidos que necesitaban al Señor. Mientras oraba, esta viuda siempre hacía énfasis en un nombre, Carlos, su hijo. Antes de que los revolucionarios finalmente derribaran al gobierno, Carlos estaba activo ayudando a fomentar la revolución. Claramente él no quería a Dios en su vida, sino que planeaba lograr un «hombre nuevo» por medio del Marxismo. En una oportunidad los militares arrinconaron a Carlos y sus camaradas en los cerros. Varios fueron matados, pero cuando un soldado de la guardia apuntó con su arma a Carlos, sorprendentemente su rifle se trabó. Más tarde mientras me conducía en su auto por la ciudad capital, Carlos me hablaba de cómo el Señor lo había salvado y llamado a ser pastor. Detrás de esa historia había una mujer de rodillas orando fervorosamente por su hijo perdido.
En nuestras iglesias hablamos siempre acerca de «orar por los perdidos»; pero, ¿qué dice la Biblia acerca de cómo orar por nuestros vecinos, amigos y seres queridos que aún no conocen al Señor Jesucristo como hizo esta madre? Podemos pensar en lo siguiente:
Jesús dijo: «Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos» (Lucas 19:10 NTV).
Él envió a Pablo en misión a los gentiles «para que les abras los ojos, a fin de que pasen de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás a Dios. Entonces recibirán el perdón de sus pecados y se les dará un lugar entre el pueblo de Dios, el cual es apartado por la fe en mí» (Hechos 26:18 NTV).
El Soberano Señor le dijo a Ezequiel: «… no me complace la muerte de los perversos. Solo quiero que se aparten de su conducta perversa para que vivan» (Ezequiel 33:11 NTV). Dios «quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad» (1 Timoteo 2:4 NTV).
No conozco mejor manera para obtener pasión por los perdidos que pasar tiempo en la presencia de Dios, escuchando su corazón.
Esos amables vecinos que viven en la misma manzana cuyos hijos juegan con los suyos, se irán al infierno si no reciben la Buena Noticia acerca de Jesucristo.
La descripción que nos da la Biblia acerca del infierno es espantosa.
Estas dos verdades me mueven a arrodillarme; pero luego me pregunto, ¿Cómo debo orar?
Durante una conferencia misionera en la que participé, se le pidió a un pastor de Liberia que guiara la oración, pero lo único que pudo atinar a decir fueron las palabras «Oh Señor», y luego comenzó a llorar por su país y los liberianos que no conocen al Señor. Por varios minutos sollozó sin pronunciar una sola palabra, y luego regresó a su asiento. Ese hombre oró con compasión.
Cuando Cristo se acercó a Jerusalén, lloró por la ciudad (Lucas 19:41).
Mateo 7:7 dice, «Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá» (NTV ver Lucas 18:1-8).
La Asociación Luis Palau utiliza una tarjeta de oración llamada “Plan Andrés”. Les pedimos a los creyentes en Cristo que anoten a lo menos cinco nombres de sus conocidos, amigos o familiares en la tarjeta y prometan ante Dios orar por esas personas.
Estuve presente en una iglesia cuando una jovencita pidió la palabra. Explicó que había completado su tarjeta y comenzó a orar por cinco amigas. Sin embargo, ninguno aceptó su invitación de asistir al Festival. «Estaba tan desanimada que decidí no ir yo misma. Pero finalmente fui sola y, desanimada, me senté atrás. Miré hacia mi izquierda y vi a dos de mis amigas. Luego, antes de que terminara la reunión, habían venido las otras tres, y esta noche deseo presentar a dos de ellas que han recibido al Señor como Salvador».
Orar por los que no son salvos es enteramente bíblico y cristiano, pero lo curioso es que no es el enfoque de oraciones evangelísticas del Nuevo Testamento.
Al leer los evangelios y las epístolas veo que tanto Jesús como Pablo enfatizan oraciones a favor del mensajero, mientras que yo siempre oraba solamente por la persona que necesitaba oír el mensaje.
Jesús mismo pide que oremos por los mensajeros: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos» (Mateo 9:37-38 NTV).
«Y oren también por mí. Pídanle a Dios que me dé las palabras adecuadas» (Efesios 6:19). El mensaje es «su misterioso plan acerca de Cristo» (Colosenses 4:3).
Debido a que hablamos sobre Jesucristo, no sobre nosotros, Él nos dará las palabras. Durante una campaña con Luis Palau un señor vino pidiendo ayuda. Resultó ser un hombre odiado por el pueblo. Se le había dado la autoridad de reformar las áreas que no producían ganancia en las compañías estatales por lo tanto era responsable de que cientos de personas perdieran sus empleos. Conversamos sobre el evangelio, y varias veces le pregunté si deseaba recibir a Cristo. Él decía que no, no quería. —¿Qué es lo que le impide hacerlo? —le pregunté. —No lo sé —respondió. Por lo tanto, le pedí al Señor que me guiara y Biblia en mano contesté una serie de preguntas que supuse un hombre de su posición se haría. Al día siguiente, su esposa vino a verme con lágrimas en el rostro. —¿Sabe qué pasó anoche? —dijo—. Mi esposo cayó de rodillas y recibió a Jesucristo como su Salvador, y yo deseo agradecerle a usted por contestar a todas sus preguntas. —Él no me hizo ninguna pregunta —le contesté. Pero ella dijo que yo había contestado todas las preguntas que él hacía en su hogar. El Señor me dio las palabras.
Algunas veces nos sobreviene una buena dosis de «cobardía» después de haber orado y recibido la oportunidad de testificar. Durante un seminario en nuestra iglesia sobre evangelismo amistoso le pedimos a los participantes en un cuestionario, cuáles eran sus impedimentos más comunes para ser un testigo fiel. Vez tras vez leímos la misma respuesta: El temor; temor a ofender, temor al rechazo. Si el amor de Dios por la humanidad nos controla (2 Corintios 5:14), vamos a poder proclamar el evangelio con valentía.
Pablo escribió: «Y oren también por mí. Pídanle a Dios que me dé las palabras adecuadas para poder explicar con valor su misterioso plan: que la Buena Noticia es para judíos y gentiles por igual. Ahora estoy encadenado, pero sigo predicando este mensaje como embajador de Dios. Así que pidan en oración que yo siga hablando de él con valentía, como debo hacerlo» (Efesios 6:19-20).
«Para que pueda proclamar ese mensaje con la claridad que debo hacerlo» (Colosenses 4:4).
Hace algunos años yo me encontraba en la plaza central de una ciudad y escuché a un hombre predicar el evangelio. Era una buena predicación, pero no era clara; el evangelio estaba presentado de tal manera que no se podría comprender a menos que se tuvieran tres años de seminario. Ore que al entregar el mensaje que hable con claridad.
Finalmente, este tipo de oración evangelística —por los que no son salvos y por el mensajero— es efectiva para derribar fortalezas. La Biblia dice, «Somos humanos, pero no luchamos como lo hacen los humanos. Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos. Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo» (2 Corintios 10:3-5).
La fortaleza puede ser apatía o racionalismo, materialismo o religión falsa, “espíritus engañadores y doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1 RV60).
Sea lo que fuere, la oración evangelística según el modelo de las Escrituras, derriba fortalezas y abre los corazones al Salvador Jesucristo.