EMBAJADORES DE CRISTO
02/25/2020EVANGELISMO SIN BARRERAS
02/25/2020«¿Por qué él?». Más de uno se hizo esa pregunta durante las campañas evangelísticas de D. L. Moody en Gran Bretaña alrededor del año 1870. Miles venían en fe a Jesucristo y ciudades enteras comenzaban a cantar alabanzas a Dios. El impacto del evangelio fue sorprendente.
Sin embargo, Moody no era considerado nada extraordinario; su educación era limitada; sus discursos no impresionaban y sus mensajes eran breves y sencillos. No obstante, dondequiera que Moody predicaba, cientos aceptaban al Señor Jesús como Salvador públicamente.
En Birmingham, Inglaterra, un teólogo llegó al punto de decirle a Moody: «Lo que sucede claramente viene de Dios, porque no puedo ver relación entre usted y lo que usted ha hecho». Moody se rió y respondió, «Estaría muy triste si fuera de otra manera».
Miles de evangelistas han proclamado el evangelio por todo el mundo durante los siglos que cerraron el último milenio, pero cuando miramos la historia podemos decir que solamente algunos, tales como Moody, fueron realmente grandes. ¿Por qué los llamamos grandes y cómo podemos ser como ellos?
He examinado esa pregunta y he encontrado que la respuesta tiene poco que ver con el método o la técnica. Algunos evangelistas predicaron frente a las masas, otros en iglesias. Algunos presentaron el evangelio a grupos pequeños, otros uno a uno. La mayoría de los grandes evangelistas utilizaban ambos métodos. Pero eso no es lo que los hizo grandes.
Lo que he descubierto es que todos los grandes evangelistas del pasado tuvieron en común diez características que les dieron un tremendo corazón para el mundo. Tanto las Escrituras como la historia de la iglesia nos hablan sobre la importancia de esas características que deberían moldear la vida y el corazón de cada cristiano.
LA PASIÓN
En primer lugar, Booth, Calvino, Finney, Lutero, Moody, Spurgeon, Sunday, Sung, ten Boom, Wesley, Whitefield, Zinzendorf, Zwingli y todos los otros verdaderos grandes evangelistas del pasado tenían pasión por las almas que ardía dentro de ellos. ¿Acaso ese mismo fuego arde dentro de ti?
«Quiero recordarles», San Pablo dice en 2 Timoteo 1:6 nos dice: «que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos». ¿Por qué? «Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina» (NTV). La primera característica que debiera marcarnos es el fuego del Espíritu Santo.
Tuve la oportunidad de conocer a Corrie ten Boom en el Congreso Mundial de Evangelización de Lausanne en 1974. Recuerdo que no podía levantarse, así que me arrodillé junto a su sillón la escuché decir (con ese inolvidable acento Holandés que tenía): «Amo a mi Jesús». Esa frase todavía me produce escalofríos en la columna. Ese amor era el que la constreñía a proclamar a Jesucristo en más de sesenta naciones y guiar a miles y miles a la fe en Jesucristo. ¡Qué fuego para Dios tenía esa mujer, qué pasión por las almas!
Es posible que miremos a alguien que consideremos ser grande y luego simplemente copiemos sus modales y forma de hablar. La tentación de crear fuego imitado en lugar de experimentar la obra del Espíritu Santo en nuestro corazón puede ser enorme, especialmente para los que tratamos de alcanzar a las masas. Tenemos el deseo de ser vistos; deseamos atraer la atención. Sin embargo, existe una gran diferencia entre atraer la atención hacia nuestro Salvador y sencillamente llamar la atención hacia nosotros mismos.
Es evidente que los hombres y las mujeres a quienes llamamos, atraparon la imaginación y la atención de las multitudes, pero los recordamos principalmente debido al impacto que produjeron en la vida de las personas. ¿Por qué? Porque el fuego del Espíritu Santo ardía dentro en ellos.
EL EVANGELIO
Segundo, cuando uno lee los sermones de los grandes evangelistas del pasado, descubrimos que eran increíblemente Cristocéntricos. Si estudiamos sus mensajes palabra por palabra, es maravilloso cómo predicaban el evangelio precioso. Hubiera dado cualquier cosa por verlos en acción, proclamando a nuestro Señor Jesucristo.
Tú y yo hemos sido llamados por Dios para promover a Jesucristo en esta generación. Somos sus encargados de relaciones públicas; somos sus embajadores, quienes debemos proclamarlo. Viajamos a las ciudades a hablar acerca de Jesús, no involucrarnos en actividades secundarias o cautivar con nuestros dones.
¿Cómo puede alguien ser evangelista si su tema no es Jesucristo? Algo que el evangelista hace puede ser maravilloso, bueno o intrigante y hasta puede ser de Dios. Pero el evangelista predica a Jesucristo. Algunos piensan que ayudar a los pobres es el evangelio, pero eso es un resultado del evangelio. Otros hacen énfasis en sanar a los enfermos. Eso puede ser una tremenda señal del poder de Dios, pero no es el evangelio puro.
Cualquiera que sea el don que el Espíritu te dé, practícalo. Sin embargo, cuando sirves como evangelista, debes predicar a Jesucristo o no predicas el evangelio. Puedes tener un programa emocionante con excelente música, en el que todos palmean las manos, agitan los brazos y la gente pasa adelante. Pero ¿estás predicando el evangelio?
¿Qué es la Buena Noticia que predicamos? Pablo la resume de la siguiente manera: « Ahora, amados hermanos, permítanme recordarles la Buena Noticia que ya les prediqué. En ese entonces, la recibieron con gusto y todavía permanecen firmes en ella. Esa es la Buena Noticia que los salva si ustedes siguen creyendo el mensaje que les prediqué, a menos que hayan creído algo que desde un principio nunca fue cierto. Yo les transmití a ustedes lo más importante y lo que se me había transmitido a mí también. Cristo murió por nuestros pecados tal como dicen las Escrituras. Fue enterrado y al tercer día fue levantado de los muertos, tal como dicen las Escrituras. Lo vio Pedro y luego lo vieron los Doce. Más tarde, lo vieron más de quinientos de sus seguidores» (1 Corintios 15:1-6ª NTV).
El mensaje del evangelio es que Jesucristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, y que resucitó al tercer día. ¿Amén? Espero que esté de acuerdo de corazón. De otra manera, ¿cuál es tu mensaje al mundo?
LA SANTIDAD
Tercero. Los grandes evangelistas eran hombres y mujeres santos. Ahora bien, ¿qué es la santidad? No es un movimiento. Es una vida que se camina en la luz, siendo transparentes delante de Dios y de los demás.
De todos los siervos de Dios en el mundo, los evangelistas son los más examinados. Y eso es justo. Si has tratado de esconder algún pecado, confiésalo y resuélvalo inmediatamente. Al fin y al cabo, el mayor gozo es caminar en la luz. El Reverendo John MacArthur dijo: «Si piensas que el pecado es divertido, deberías probar la santidad». Es mucho más emocionante.
No confundas santidad con los dones del Espíritu. Algunos dicen: «Debo estar lleno del Espíritu, porque tengo tal o cual don». Puedes discutir con el Señor y decir: «Pero Señor, 35 personas se entregaron anoche. ¿Oíste el testimonio del borracho que se convirtió?». Puedes convencerte que debes estar lleno del Espíritu porque muchos están llegando a la fe en Jesucristo. ¡Qué error! Vienen a Cristo porque predicaste el evangelio y Dios siempre honra el evangelio. Pero ¿qué tal el estado de tu alma?
Billy Graham una vez comentó que la mayoría de los evangelistas no dura más de diez años en el ministerio. La tentación de dar por vencido a veces es irresistible. Pero con mayor frecuencia, los evangelistas no duran porque deshonran el nombre del Señor por falta de santidad en las áreas del dinero, sexo y orgullo.
Personalmente he conocido a varios evangelistas poderosos que hoy se encuentran al margen; están acabados. ¿Por qué? Porque no caminaron en santidad. Confundieron el don con su vida con Cristo. Hay una gran diferencia.
LA VISIÓN
Cuarto. Wesley, Moody, Booth y otros fueron hombres y mujeres de visión. Nosotros también necesitamos tener una gran visión. Eso no significa que el Señor necesariamente te hará un evangelista nacional o internacional, como lo llamarían los periodistas, pero una visión grande te da perspectiva y estabilidad. Es como atravesar una tormenta en un avión de un solo motor. Si una vez has volado en una avioneta, sabes que se sacude de arriba hacia abajo y de un lado al otro por cada pequeña turbulencia. Es terrible, pero a los pilotos les encanta. A mí, no. Yo quiero un vuelo suave.
Volar en un avión Jumbo es otro cantar. Uno mira por la ventanilla y dice. «Me encantan las alas grandes». No se sacuden mucho durante una tormenta. Las alas grandes me recuerdan lo que significa tener visión. Cuando tienes una gran visión, las alas se mueven un poco, pero el avión no se sacude demasiado. Sin embargo, si tu visión es pequeña pareciera que tu pequeño avión se está por romper. La visión te ayudará a atravesar las nubes y tormentas sin que te sacudas y te sientas tentado a darte por vencido.
Cristo nunca limitó la visión de sus discípulos. Aunque restringió su propio ministerio público a la Palestina, vino y murió por toda la humanidad y después de su resurrección les encomendó a sus seguidores a que «hagan discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19) y los envió a Jerusalén, luego a toda Judea y a Samaria y finalmente a los lugares más lejanos de la tierra (Hechos 1:8).
Durante los años cruciales y formativos de la Iglesia del Nuevo Testamento, Dios usó al apóstol Pablo de una manera tremenda. Hasta sus oponentes admitieron que había saturado provincias enteras con el evangelio y había puesto al mundo de cabeza. ¿Por qué? Porque tenía una gran estrategia, lo suficientemente grande para alcanzar a todo Imperio Romano y suficientemente grande para darle estabilidad durante los tiempos difíciles.
Durante los años 1700, fue Wesley quien dijo: «El mundo es mi parroquia». Enfrentaba fuerte oposición por toda Gran Bretaña, pero cuando se le pidió que se quedara en Oxford, Wesley se negó a acatar la orden. ¿Por qué esconder nuestro mensaje y limitar nuestra visión siendo que tantos todavía no han oído la Buena Nueva de Jesucristo?
LA VALENTÍA
Quinto, los que consideramos grandes, eran hombres y mujeres de santa audacia. Fíjense en Calvino, quien se enfrentó a toda la iglesia francesa; Lutero, con valentía, confrontó el Santo Imperio Romano; Zinzendorf tenía la santa audacia de enviar a misioneros y evangelistas a las Antillas y él también fue; Whitefield predicó el evangelio por todo lo largo y lo ancho de Gran Bretaña y en Norte América, a pesar de la amenaza de ser ridiculizado y la posible violencia por las turbas. Estos evangelistas tenían santa audacia. Al igual que ellos, debemos aprender a lanzarnos en el nombre del Señor, a correr riesgos y hasta enfrentarnos a la muerte con valor.
A menudo, se considera a un evangelista como líder dentro el Cuerpo de Cristo, por lo tanto, aun bajo amenaza, debemos seguir adelante. Pablo mismo dijo: «… pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios» (Hechos 20:24 NTV).
Una vez en Perú guerrilleros militantes me amenazaron con asesinarme. Quise tomar un avión y decir «Adiós Perú, te veré en el cielo, algún otro podrá evangelizarte». En tales situaciones, debemos detenernos y pensar: «Soy un siervo del Señor; el maestro fue crucificado; la gente está mirando; Debo seguir adelante en el nombre de Jesucristo».
Una audacia santa nos llevará a probar nuevos métodos. Puede ser que algunos estén preparados para usar una metodología que las personas más ancianas podrán cuestionar. Pero igual usted debe probarlo en el nombre del Señor. Pruébelo con humildad pidiendo consejos. No tiene que hacer todo como siempre se ha hecho. Por lo que a mí respecta, cualquier método es válido mientras sea ético y moral. No existen restricciones bíblicas en cuanto a la metodología (siempre y cuando se haga en amor), solo en el mensaje. El mensaje es sagrado y nunca cambia. Sin embargo, los métodos deberían variar según a quién tratemos de alcanzar con el evangelio.
Cuando uno lee las biografías de los grandes evangelistas, se dará cuenta de que ellos se valían de cualquier método a fin de saturar las ciudades y las grandes masas con el evangelio. En el nombre de Dios, hasta santificaron los medios masivos para comunicar el evangelio de Jesucristo.
Alguien me preguntó hace unos días: «¿Usted cree que si Jesucristo estuviera aquí usaría la televisión?». ¡Por supuesto! Si Pablo estuviera aquí, ¿tendría una conferencia de prensa? Sin lugar a dudas. Haría cualquier cosa para captar la atención de la ciudad.
Aquellos a quienes consideramos grandes eran muy reconocidos porque aprovechaban métodos nuevos y únicos, los santificaban, y luego los usaban para evangelizar a las masas. Creo que Dios desea que soñemos con la manera en la que podemos usar diversos medios de comunicación para captar la atención de las personas y así guiarlas a Jesucristo.
LA CRÍTICA
Sexto, desde el menos conocido hasta el más conocido, a todos los verdaderos evangelistas se los ha criticado, atacado y hasta perseguido. Esto no debería sorprendernos porque: «… todo el que quiera vivir una vida de sumisión a Dios en Cristo Jesús sufrirá persecución» (2 Timoteo 3:12 NTV).
Algunas piensan que si caminas con Dios, todos te aplaudirán y pensarán muy bien de ti pero no es así. La mayor parte de los que evangelizan hacen olas. Cuando lo hacen, muchos se molestan.
Sin embargo, ¿qué dice la Escritura? «Ay de ustedes, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes» (Lucas 6:26 NBLH). Este es un buen versículo para recordar; es lindo que se hable bien de ti. Definitivamente prefiero eso a la crítica; sin embargo, es una señal de que estás haciendo algo correcto cuando ciertas personas comienzan a molestarse por lo que tú representas y predicas.
Calvino se vio a sí mismo solo como «un humilde evangelista de nuestro Señor Jesucristo», pero supo lo que era enfrentar la crítica y los ataques severos. Asimismo, Lutero se enfrentó con persecución intensa; no era agradable, pero si lees la letra de su himno Castillo fuerte es nuestro Dios no se percibe un sentido de derrota, sino que Lutero parece estar declarando «voy a derrotar al diablo», aun cuando estaba huyendo de los que trataban de matarlo. Y hoy lo honramos.
Spurgeon fundó una iglesia grande en Londres, pero en realidad era más evangelista que pastor. A él también lo ridiculizaron, lo criticaron y lo insultaron. La mayoría de los evangelistas sufren lo mismo. Pero cuando mueren, todos quieren escribir un artículo o libro que digan que grandes hombres de Dios eran.
Aun Billy Graham pasó por tiempos cuando la gente lo insultaba y lo criticaba a pesar de ser un hombre de Dios. Qué maravilla tener un hombre como él que es ejemplo de integridad y rectitud. Él ha rescatado el término «evangelista» ya que durante la primera mitad del siglo veinte ser llamado un evangelista era un insulto en muchos países.
LA IGLESIA
Séptimo, cuando se analiza los grandes evangelistas del pasado, encontrarás que se veían a sí mismos como miembros activos del Cuerpo de Cristo y sirvientes de la Iglesia.
¿Recuerdas lo que dice Efesios 4:11? «Cristo dio los siguientes dones a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros» (NTV). ¿Por qué? Para «preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo» (v12 NTV).
Nuestra tarea es levantar a Jesucristo y edificar a su iglesia. Señalamos el pecado, pero solo para mostrar que la cruz nos libera y que la resurrección nos revoluciona. No estamos para señalar las fallas y debilidades de la Iglesia frente al mundo.
Lamentablemente, algunos evangelistas erraron en este punto durante el transcurso de su ministerio. Whitefield, por ejemplo, cometió el error de atacar al clero. Todos corremos ese riesgo si confundimos nuestro llamado; los evangelistas no son profetas. Si te sientes llamado a ser profeta a la iglesia, no pretendas ser un evangelista. Aprende a diferenciar entre los dos.
Un evangelista que verdaderamente tiene una carga por la Iglesia vendrá a revivirla por el poder del Espíritu Santo. Si tiene alguna crítica que hacer, lo hará en privado, a puerta cerrada, con el liderazgo.
Si yo fuera pastor, no invitaría a un evangelista a mi ciudad sin saber primero a qué iglesia pertenecen él y su familia, luego hablaría con los ancianos y diáconos para enterarme de qué tan activo es dentro de esa congregación. ¿Asiste a la iglesia cuando está en casa como todos los demás, o se siente superior porque viaja tanto? ¿Está sujeto a la disciplina de la iglesia, o se siente exento porque es más conocido que los otros hermanos?
Tú y yo debemos considerarnos como nada más que esclavos de Jesucristo y sirvientes de su Iglesia. Nuestra meta debería ser trabajar con la Iglesia a través de la Iglesia y para la Iglesia mientras procuramos obedecer la gran comisión de Cristo.
EL AMOR
Octavo, los más grandes siervos de Dios en el pasado aprendieron a amar al cuerpo de Cristo luego de ver sus propias debilidades. A medida que pasaban los años, se dieron cuenta de lo mucho que crecían y estaban aprendiendo. Las diferencias denominacionales secundarias no eran tan importantes como antes pensaban. Comenzaron a entender que el cuerpo de Cristo incluye a todos los que pertenecen a Jesucristo.
Estos grandes siervos no transigían las verdades básicas del evangelio. Pero si tú eres como yo, puede ser que pertenecías a una iglesia un tanto cerrada cuando eras joven en la cual el sentimiento era: «Somos los únicos buenos cristianos en la ciudad; conocemos la verdad; todos los demás van por mal camino. Para qué molestarnos en orar por ellos?»
A medida que creces en el Señor, comienzas a darte cuenta de que la gente que ama a Jesucristo es gente hermosa. Tal vez no estemos de acuerdo con ellos en todo. Pero si realmente conocemos y amamos a Cristo, todos somos partes del mismo cuerpo.
Estoy hablando de algo completamente diferente del ecumenismo fingido, que esconde la verdad. «¿No creen que Jesús nació de la virgen María? Ah, todo está bien, somos una gran familia feliz». Hay una diferencia entre esa clase de ecumenismo y la verdadera unidad del cuerpo de Cristo, de aquéllos que aceptan las verdades básicas del cristianismo.
¿Cuáles son las verdades básicas? Lee el Credo Apostólico. Todo el que cree estas verdades con un corazón puro es un hermano en Cristo. Por supuesto, hay mucho más para creer. Algunos de nosotros tenemos un punto doctrinal preferido, y otros tienen otro. Pero a los que llamamos los grandes evangelistas del pasado aprendieron que podemos permitirnos tener algunas diferencias en asuntos secundarios.
Los asuntos secundarios son importantes. No queremos dar la idea de que ya no nos importan. Por ejemplo, queda claro cuál es mi posición en ciertos temas, por la manera en la que hablo, por la manera en la que escribo y por los versículos que cito. No debo dar la impresión de que todos estén de acuerdo conmigo, o que yo tenga que estar de acuerdo con todos los demás. Todos tenemos nuestras convicciones; tenemos nuestras distinciones. No las renunciamos pero nos decimos el uno al otro: «Te amo en Jesucristo. Puedo ver la presencia de Dios en tu vida. Evangelicemos juntos por amor a los perdidos».
LA ORACION
Noveno, cuando lees acerca de los grandes evangelistas del pasado, descubres que cada uno aprendió el secreto de la oración a su manera. Lutero solía levantarse a las cuatro de la mañana cada día. ¿Eso quiere decir que tú y yo también tenemos que levantarnos tan temprano? Tal vez sí, tal vez no. Martín Lutero creía: «Tal como el trabajo del sastre es confeccionar ropa y el del zapatero remendar zapatos, el negocio del cristiano es orar». El secreto de la vida revolucionaria de Lutero fue su compromiso de pasar tiempo a solas con Dios todos los días.
Finney tenía un compañero de oración llamado Daniel Nash quien viajaba con él. Daniel Nash no predicaba. La mayoría de la gente no sabía que él estaba en la ciudad. A menudo él se quedaba en los bosques a orar mañana, tarde y noche por Finney. Oraba por cada reunión y por el derramamiento del Espíritu Santo de Dios. ¡Qué hermoso tener un miembro del equipo fiel y ferviente en la oración!
Moody comenzaba cada campaña evangelística instando a todo el pueblo de Dios a orar. En una ocasión dijo:
«Debemos ver el rostro de Dios cada mañana antes de ver el rostro del hombre. Si tienes tantos asuntos que realizar que no tienes tiempo para orar, puedes estar seguro de que tienes más asuntos entre manos que los que Dios jamás quiso que tuvieras».
LA FIDELIDAD
Las nueve características que ya he enumerado, en realidad se aplican a casi todos los siervos de Jesucristo; pero hay una más que quiero mencionar que separa a los grandes evangelistas de los demás: Ellos evangelizan con empuje y dinamismo hasta la hora de la muerte.
Moody una noche bajó del púlpito totalmente agotado; lo enviaron de inmediato a su casa bajo atención médica y pocos días después murió.
Whitefield le contó a un amigo: «Prefiero gastarme que oxidarme». En otra ocasión comentó: «Tengo la intención de seguir hasta que caiga rendido». Al igual que Moody, Whitefield murió en medio de una campaña evangelística.
Otro ejemplo de fidelidad al evangelio en nuestros días es Billy Graham. En una ocasión fuimos invitados a Glasgow, Escocia, a celebrar una campaña evangelística unos 25 años después de que el Dr. Graham había tenido una cruzada. Allí, se contaba la historia de un ministro anciano de la Iglesia de Escocia que fue a escuchar a Billy Graham todas las noches. Cuando la cruzada terminó el ministro dijo: «Dr. Graham, lo he escuchado todas las noches durante seis semanas y usted ha predicado el mismo sermón todas y cada una de las noches». A excepción de la introducción y las ilustraciones, eso ha sido cierto a lo largo del ministerio mundial del Dr. Billy Graham.
Un evangelista predica el mismo mensaje una y otra vez. No hay variación. Ahora bien, es posible que la introducción al mensaje se cambie cada vez; pero finalmente, alrededor de la mitad de cada mensaje, hablamos de la cruz, de la resurrección, del arrepentimiento, de la fe y del compromiso. De no ser así, no hemos predicado el evangelio.
Los títulos, las introducciones y las ilustraciones agregan color. Aparte de eso, cada mensaje es igual. Algunos cristianos pueden decir. «Son bobadas, ya escuché lo mismo un montón de veces». ¡Por supuesto que ya lo han escuchado un montón de veces! No nos predicamos para ellos sino estamos tratando de alcanzar a los perdidos.
La Escritura nos dice que cuando Jesús vio a las multitudes perdidas: «… les tuvo compasión, porque estaban confundidas y desamparadas, como ovejas sin pastor» (Mateo 9:36 NTV). Debemos pedirle a Dios que mueva nuestros corazones con la misma compasión que mueve su corazón.
Creo que Dios desea cultivar en nosotros un corazón que ame al mundo de la misma manera como Él lo ama, lo suficiente como para seguir preocupándonos sin cesar por ver si otros oyen el evangelio, creen en Jesucristo y se convierten en sus discípulos.
Confío en que tomes la Gran Comisión en serio. Cuando miras al mundo que te rodea, ¿qué ves? ¿Qué es lo que Dios ha estado diciendo a tu corazón? ¿Sientes compasión por los que no tienen esperanza y andan sin Dios en el mundo?
El Señor nos llama a cumplir fielmente la Gran Comisión todos nuestros días. Sigamos adelante para cumplir la tarea puesta delante de nosotros.