La Petición de Oración de Cristo
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Era domingo, mi día favorito de la semana. Y yo estaba sola, sola y atrapada en la casa.
Estábamos en nuestro primer mandato ministerial en un país extranjero. Mis amigos estaban ocupados haciendo cosas con sus familias. ¿Y mi familia? Mi hijo pequeño estaba durmiendo la siesta después de un día de mal humor. Mi esposo, en ese momento director de campo de un equipo de evangelización, estaba de viaje. Entonces, ¿qué más había de nuevo?
Mientras caminaba alrededor de la casa bordeada por altos muros rematados con fragmentos de vidrio, con solo una alta puerta de metal para entrar, grité, acusando al Señor de injusticia. ¿No fue por Él que viví en una tierra extranjera, luchando con un idioma desconocido mientras aprendía a ser madre? Quería que mi esposo, Jaime, estuviera allí para compartir mis cargas, mis preocupaciones y hablar de las cuestiones cotidianas. Simplemente conversar con él.
Le dije a Dios que yo contaba con mis “derechos” y uno de ellos era tener a mi marido conmigo.
Diez años más tarde me enfrenté a una situación de la cual podría decirse era mucho más óptima para la autocompasión. Mi médico temía que un crecimiento en mi tiroides fuera posiblemente canceroso y necesitara una cirugía inmediata. Jaime se ofreció a cancelar su viaje a España y yo le insté a que no pospusiera esa oportunidad tan esperada.
¿Qué marcó la diferencia? Medité en 1 Pedro 5:10 acerca de que nuestro Dios, “después de haber sufrido un poco de tiempo, Él mismo los restaurá y los hará fuertes, firmes y constantes“. Con el apóstol Pedro aprendí un gran lección.
Dios da una gracia única para afrontar cualquier circunstancia que pone en nuestro camino.
Incluso frente a una cirugía posiblemente adversa, la ausencia de mi esposo no me trajo ansiedad ni autocompasión, sino una tranquila seguridad de que podía depositar mi confianza absoluta en Dios.
Durante los últimos 51 años de los 54 que llevamos de matrimonio, Jaime, en ocasiones, ha estado fuera de casa el 50 % del año, algunos días o semanas a la vez. Tenemos el privilegio de ser parte de la Asociación Luis Palau, un equipo de evangelistas itinerantes. La participación de mi esposo como vicepresidente a cargo de los ministerios de habla hispana lo llevó por todo el mundo para planificar y ayudar a facilitar cruzadas y festivales, enseñar en conferencias de pastores y administrar las diferentes oficinas bajo su cuidado. Pero la mayor parte de ese tiempo, especialmente mientras nuestro hijo crecía, me quedé junto a él en casa.
Jaime y yo hablábamos de los diferentes problemas que podrían surgir en su ausencia pero siempre aparecía alguna decisión inesperada que debía tomar yo sola. Es un consuelo saber, sin embargo, que no importa dónde se encuentre, ha estado orando por mí, solicitando que Dios me suministre la sabiduría que pueda necesitar en su ausencia. Muchas veces enfrenté el desafío de ser la única que disciplinaba y tomaba decisiones por nuestro hijo, la que reparaba la casa y trabajaba en el jardín, la que estaba a cargo del automóvil, la única anfitriona para nuestros muchos invitados. A veces yo era quien tomaba las decisiones financieras y me preparaba para nuestras numerosas reubicaciones y, con poca frecuencia, tomaba decisiones ministeriales cuando no podía comunicarme con mi esposo.
Lo que me ha enseñado este estilo de vida es la importancia de guardar mi corazón “porque Él determina el curso de tu vida” (Proverbios 4:23), y de disciplinar las diversas áreas de mi vida para que en el futuro pueda, junto a la esposa y mujer virtuosa de Proverbios 31, “reir sin miedo al futuro“(Pr.31:25).
Protegiendo tu Mente y Corazón
“Llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo ” (2 Corintios 10:5 LBLA).
Cuando Jaime empezó a viajar, las historias de terror de mujeres solas me impedían dormir bien. Descubrí en esa etapa temprana que tenía que tener cuidado con lo que escuchaba o leía. Un cambio extraordinario vino cuando tuvimos a nuestro hijo. Empecé a dormir bien. El apóstol Juan explicó la diferencia: “En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Estaba aprendiendo más sobre el amor de Dios, y mi amor por un niño indefenso me permitió desplazar la perturbación imaginaria y confiar en el Señor.
Guardar mis pensamientos se ha convertido en un hábito imprescindible que practico cada vez que mi esposo sale de viaje. En un momento, mi mente me llevó a pensar en toda la “diversión” que Jaime estaba teniendo en sus viajes mientras “pobre de mí” estaba limpiando la casa y persiguiendo a un niño de dos años. Cuando regresó, incluso me encontré juzgándolo por todas las cosas que mi mente había evocado en lugar de darle la bienvenida con los brazos abiertos.
Durante una de las ausencias de Jaime, el Señor me mostró cómo algunos “se envanecieron en sus razonamientos” (Romanos 1:21 RVR60), y me permitió ver cómo el maligno o incluso el mundo podían influir en mi pensamiento a tal punto que yo estaba deshonrando a mi esposo en mi mente. El Señor me mostró de inmediato la importancia de no tener imaginaciones vanas sino sumergirme en la batalla con oración intercesora por mi esposo y el equipo.
Durante una ausencia en particular, en una cruzada que ocurría en cierta ciudad latinoamericana, nuestro equipo de evangelización notó una oposición sutil. Nos encontramos con enemigos que estaban en contra del evangelismo masivo y de nuestro equipo en particular. Todo lo que el equipo hacía, era examinado en busca de cualquier cosa que pudiera ser una mala conducta y luego, cierto o no, se rumoreaba que era cierto.
Para ahorrar dinero, las iglesias locales alojaron a nuestro equipo en una clínica dirigida por enfermeras misioneras ancianas. Se corrieron rumores de que el equipo de evangelización cohabitaba con las enfermeras. La cruzada resultó en muchas conversiones a la fe, pero los rumores fueron angustiantes para el equipo y desviaron una parte de su atención y energía.
Cuando escuché lo que había ocurrido, el Señor me mostró cuánto mejor hubiera sido si hubiera convertido mis vanas imaginaciones de toda la diversión que Jaime estaba teniendo, en una oportunidad para la victoria. Hubiera sido un momento perfecto para orar por posibles desastres e incluso contra el mal que puede ser utilizado por el “acusador de los hermanos” para oponerse a la obra del Señor. Ahora, cuando siento la autocompasión, es un estímulo para “Orar en el Espíritu en todo tiempo y en toda ocasión. Manteniéndome alerta y persistente en mis oraciones por todos los creyentes en todas partes” como nos llama a hacer el Señor en Efesios 6:18.
En lugar de resentirme con los amigos que hace Jaime, debo orar para que se conviertan en amigos que lo animen a caminar en el Señor. Si me viene a la mente que mi esposo podría enfrentar la tentación sexual, debo orar no sólo para que sea fiel, sino para que no ocurra nada que parezca impropio, e incluso que se “abstenga de toda especie de mal” (1 Tesalonicenses 5:22).
Cauteloso en las acciones
“Vivimos de tal manera que nadie tropiece por causa de nosotros, y nadie reproche nuestro ministerio” (2 Corintios 6:3)
Una prudencia que practicamos sin falta, a pesar de que ocasionalmente cause un inconveniente para nosotros o para los invitados que podrían quedarse en nuestra casa: nunca tengo un invitado masculino en casa cuando mi esposo está ausente, a menos que sea un pariente cercano. Esto fue esencial para nuestro testimonio cuando vivíamos en México debido a las costumbres culturales.
Al regresar a los Estados Unidos, algunos amigos pensaban que esa medida era demasiado cautelosa. Después de haber vivido al lado de una especial vecina durante unos diez años, me sorprendí cuando un día nombró a todos los que habían visitado nuestra casa, cuándo y con qué frecuencia habían estado allí. Nunca había notado su observación cercana de nuestra casa, pero ella notaba cada vez que Jaime estaba ausente.
Domina la actitud
“Así que ten cuidado con cómo vives. No vivan como los necios, sino como los sabios. Aprovecha al máximo cada oportunidad en estos días malos“. (Efesios 5:15)
Obedeciendo al mandato: “Estén siempre llenos de alegría en el Señor“. (Filipenses 4:4), requiere una actitud preparada incluso cuando dejo a mi esposo en el aeropuerto. Con este fin, elaboré una estrategia de batalla para esas horas solitarias. Me encanta ser creativa pero requiere mucho tiempo y esfuerzo, así que decidí guardar los proyectos creativos para los tiempos que viaja Jaime. Planificar tareas como un vestido nuevo para coser, una silla para decorar o un cuadro para pintar casi puede hacerme anticipar ansiosamente tener a mi esposo lejos. Por otro lado, planear la realización de tareas que son claramente desagradables sólo aumenta el temor de estar sin esposo otra vez.
Hay una necesidad de evitar la trampa de convertirse en un ermitaño. Todos tenemos una gran necesidad de estar con otras personas. Una cosa que facilitó las relaciones para nosotros es que nuestro hijo invitaba a sus amigos, o yo invitaba a amistades a cenar o quedarse con nosotros en sus viajes. El compañerismo cristiano me anima, me da la oportunidad de ministrar a otros y a mi esposo le consuela saber que no estoy tan sola.
Usar nuestros dones espirituales dados por Dios en nuestras iglesias y ministerios locales es una clave real para una actitud gozosa. El Señor tenía un ministerio tanto para mí como para Jaime. Me regocijo al ver cómo Dios me ha dado el privilegio de participar en estudios bíblicos, discipulado, consejería y enseñanza. Este compromiso no solo llenó horas vacías, sino que me proporcionó relaciones maravillosas y me permitió ser parte del programa de Dios.
Protegiendo a un esposo
“La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus propias manos la derriba”. (Proverbios 14:1)
Una amiga me contó la experiencia familiar acerca de un hermano suyo que fue enviado a la guerra. Este relato me proporcionó una lección muy necesaria sobre lo que significa compartir todos esos problemas que ocurren en el hogar durante una ausencia. Me contó sobre el cuidado meticuloso que tenía su familia al escribirle a su hermano para no mencionar los problemas que él no podía ayudar a resolver estando lejos. En consecuencia, no sentiría la necesidad de estar en casa y, por lo tanto, no dejaría de cumplir con los deberes que se le encomendaron. Si hubiera alguna forma de manejar una situación molesta en el hogar (una lavadora rota, un niño desobediente, un pequeño accidente con el automóvil) sin involucrar a la persona que está ausente, sería ventajoso.
Cuando Jaime está fuera, intentamos no involucrarlo en los problemas domésticos salvo que se necesite su aporte, o una decisión que requiera una contribución de parte de él. Esta política le permite a Jaime concentrarse en el trabajo que Dios le ha encomendado. Como resultado, frustramos los designios del maligno (“Porque conocemos sus planes perversos.” 2 Corintios 2:11) para desanimar a Jaime. Así él puede continuar con su ministerio sin sentir obstáculos provenientes de su hogar y llamarse al deber de salvaguardar a la familia.
Salvaguardar la familia
“Su esposo puede confiar en ella y ella enriquecerá enormemente su vida“. (Proverbios 31:11)
Una de las asignaciones más difíciles en el momento en que un esposo viaja es ser la única autoridad en la casa. De un día para el otro estar bajo otra autoridad, confunde a cualquier niño. Esto puede ser un desafío en cualquier momento, pero brinda la oportunidad de practicar cómo amar a nuestros hijos y a nuestro esposo (Tito 2:3).
Muchos niños no se adaptan bien a un cambio de autoridad. Cada vez que Jaime se iba yo podía administrar la corrección de las conductas de mi hijo por alguna desobediencia, rebelión o mal comportamiento durante las 24 horas del día. Cuando me di cuenta de que esto era un patrón, comencé diciéndole a nuestro hijo justo después de que despegaba el avión: “tu padre y yo decidimos que hoy…”. Entonces yo seguía con algo que a Joel le gustaba, como: “podríamos parar de camino a casa por helado” o “puedes invitar a un amigo a cenar“. Esto reforzó la continua autoridad y participación de Jaime incluso en su ausencia.
Una advertencia era adecuada cuando, en lugar de ser sólo mi palabra: “No uses tu triciclo en la calle“, la llamada de atención en cambio era: “Recuerda, papá y yo queremos que mantengas tu triciclo en la acera cuando andes en él“. Joel comenzó a darse cuenta de que no había lugar para “Bueno, papá me dejaría hacer esto” o “Papá no está aquí para que yo pueda...”. Esto le enseñó a Joel que las reglas continuaban incluso con un cambio de autoridad (Proverbios 6:20).
Era necesario devolver abiertamente las riendas de la autoridad a Jaime a su regreso. Joel había aprendido a responder a mis instrucciones durante la ausencia de su padre. Mi tarea era cómo mostrarle a Joel que la autoridad estaba nuevamente en manos de su padre. Fue un placer mandar a Joel a preguntarle a su papá si podía ver la televisión o tomar un jugo o una galleta, con una frase como “pregúntale a tu papá“, sabiendo que a Jaime le encantaría decir que sí a esos pedidos, tal vez ver la televisión con él o comer una galleta. Pero nuestro hijo se enteró de que la supervisión de nuestra casa estaba de vuelta en las manos de papá.
Cuando Jaime estaba en casa, él y Joel necesitaban más tiempo juntos. Así que de vez en cuando, me negaba a ir a una salida sencilla, dejando solo al padre y al hijo juntos. También se acostumbraron a pasar un par de horas juntos los sábados por la mañana. Nuestro hijo apreciaba este tiempo de hombre a hombre. Proporcionó el escenario ideal para que Jaime impartiera a Joel los preceptos de Dios.
Aprovechando las Oportunidades
“Repítelas una y otra vez a tus hijos. Habla de ellas cuando estés en casa y cuando estés en el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:7)
Pero también aprendí que la ausencia de Jaime me dio una oportunidad especial para pasar tiempo con Joel. Algunas noches nos vestíamos un poco más formales y salíamos a comer. Esto no solo nos brindó un regalo único, sino que también abrió nuevas vías para la comunicación y creó grandes momentos de enseñanza, como por ejemplo, cómo un caballero abre la puerta para una dama y saca su silla, cómo tener una buena conversación en la cena, y otras cuestiones de etiqueta.
Ir a restaurantes también proporciona un descanso de la cocina y comer solos. Sin embargo, mi esposo siempre sale a comer cuando viaja y tiene muchas ganas de comer comidas caseras en su propia casa. Salir a comer de vez en cuando con nuestros hijos, incluso en McDonalds, hará que la creación de comidas caseras sea agradable para todos nosotros.
Deleite en el futuro
“Está vestida de fuerza y dignidad, y se ríe sin temor al futuro.” (Proverbios 31:25)
Después de 30 años en un equipo de evangelización itinerante, el ministerio de mi esposo se ha expandido y viaja tanto como siempre. Aunque el marco de nuestra vida es uno que no hubiera elegido en un determinado momento, ahora es uno que aprecio y no lo cambiaría por otro. Nuestro hijo, ahora de 49 años, y su maravillosa esposa cristiana aman y sirven al Señor y están criando a nuestros cuatro nietos para que amen al Señor. Ahora soy libre de viajar con Jaime un buen porcentaje del tiempo. Sin embargo, fueron esos primeros años los que me enseñaron cómo guardar mi corazón y someter mi voluntad para experimentar la gracia única de Dios en todas las circunstancias para poder estar contenta cuando estoy sola otra vez.